5 Estrategias para gobernar la alegría

Las emociones, como hemos dicho, son una experiencia fundamentalmente somática, es decir, que las sentimos en el cuerpo, y por eso usamos expresiones o imágenes como “saltar de alegría”, “tener un nudo en la garganta”, “sentir mariposas en el estómago” o “congelarse de miedo”; a la vez, éstas tienen una función: nos avisan de cómo nos afectan las cosas, de nuestras necesidades, y nos preparan para actuar en base a ello. Y la alegría no es una excepción.

A veces podríamos pensar que la alegría es una emoción que no tiene ninguna función, sino que es un fin en sí misma (hacemos cosas para estar alegres), pero no es así: también hacemos cosas porque estamos alegres. ¿No te ha pasado nunca que cuando estás contento te cuesta menos hacer las cosas que tienes que hacer? ¿Cuántas veces estabas con tus amigos disfrutando y te has apuntado a un plan al que, cuando ha llegado el momento de ir, te ha dado una pereza enorme?

Y es que la alegría es una emoción que nos habla de la presencia o posesión de un bien, y el cuerpo reacciona llenándose de energía, para poder conseguirlo, multiplicarlo o compartirlo. Por eso, cuando estamos alegres, el cuerpo nos pide movimiento: nos sale cantar, bailar, es más fácil que nos atrevamos a hacer cosas nuevas o a iniciar proyectos, y nos impulsa a entrar en contacto con los demás.

Podríamos decir que es una emoción centrípeta, que nos saca fuera de nosotros mismos y nos lanza al mundo; nos dilata, nos expande, y nos vuelca hacia fuera, a hacer cosas y a tratar con los demás con buena disposición. Cuando además esto se convierte en una tendencia, en algo que experimentamos con frecuencia, podemos hablar del rasgo de personalidad “extroversión”.

5 estrategias para gobernar tu alegría

1- Date permiso para sentirla: muchas veces el problema no son nuestras emociones (todas tienen su función), sino lo que nos decimos a nosotros mismos sobre ellas, y lo que hacemos cuando las sentimos. En función de cómo haya sido nuestro aprendizaje, es posible que no toleremos sentirnos alegres, porque consideramos que no merecemos ser felices, o porque “después de lo bueno siempre viene algo malo”. Por eso, el primer paso, es aceptarla: nos habla de que tenemos algo bueno delante, y nos ayuda a disfrutarlo.

2- Celebra las pequeñas victorias: a veces vivimos demasiado centrados en lo que nos falta, y no disfrutamos de los pequeños pasos que vamos dando. Concentrarte en ellos, reconocer el valor de cada paso, sin siempre compararlo con el camino de llegada aumentará nuestra motivación y energía para completar nuestros objetivos.

3- Aprovecha para hacer cosas: es el mejor momento para probar cosas nuevas, lanzarte a hacer cosas que normalmente te dan pereza, o realizar los proyectos que vas posponiendo indefinidamente. Sé consciente también de que esto genera una especie de círculo virtuoso: cuando estamos contentos, nos es más fácil hacer cosas, y cuantas más cosas (que nos motivan) hacemos, más contentos estamos.

4- Cuida el apetece: ¿cuántas veces actúas en función del hay que, tengo que, debería…? ¿Y cuántas en función del me apetece? Si bien es maduro y responsable atender a lo primero, también es fundamental ser capaz de escucharnos a nosotros mismos, descubrir qué cosas nos apetecen, nos gustan y nos motivan, y darle espacio en nuestras vidas. Esto no sólo hará que estemos más alegres, sino que hará que encaremos los deberes con más energía y más ganas.

5- ¡Ojo con el activismo!: el exceso de alegría también puede ser un problema. En intensidades severas, la alegría puede volcarnos en una vorágine de actividad impulsiva e irreflexiva, sin sentido ni dirección, llevándonos a hacer cosas inapropiadas o que en el fondo no queremos hacer (esto es lo que pasa en la manía, por ejemplo). Por eso, es bueno reservar tiempos para relajarse y descansar, dejar reposar las experiencias vividas, y decidir qué pasos queremos dar más adelante.

Recuerda: la alegría (como toda emoción básica) nos permite conocernos mejor y nos ayuda a definir parte del sentido de nuestra vida. Y aunque el corazón humano anhela mucho más que la simple alegría, la felicidad verdadera también trae como consecuencia sentirse alegre mucho más a menudo.

Daniel Lamana

Psicólogo en prácticas

Consulta de psicología y nutrición de la UFV, CAIF

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *