5 estrategias para sanar las heridas del corazón

Varios estudios realizados en los últimos años de investigación han encontrado una estrecha relación entre el desarrollo de enfermedades cardíacas en personas que albergan mayores sentimientos de ira, hostilidad y resentimiento. ¿Cómo puede una emoción tener relación con una enfermedad médica? ¿Acaso nuestra forma de pensar, sentir y actuar afecta a nuestro estado corporal?

RELACIÓN CUERPO-MENTE

Son muchas las experiencias terapéuticas o “del tú a tú” y charlas con amigos, que evidencian la verdadera y profunda relación entre el cuerpo y la mente (y el alma/corazón). Su efecto es bidireccional: el estado del cuerpo se refleja en nuestra mente, y nuestras emociones, pensamientos y comportamientos impactan en nuestra corporalidad. Por eso, ahora es entendible que cuando estamos con altos niveles de rabia, ira o resentimiento, nos acabemos “quemando” y generando heridas en el corazón: no solo en el corazón que siente (afectividad), sino también en el corazón que late (corporalidad).

Nuestras emociones tienen la suficiente capacidad y fuerza para abarcar hasta las esquinas de nuestro fondo vital. En psicología, solemos llamar a esta relación entre mente y cuerpo “psicosomatización”.

AL PERDONAR, EL RESENTIMIENTO, LA IRA Y LA HOSTILIDAD BAJAN

Pero ¡oye no todo son malas noticias! Vamos a darle la vuelta a la tortilla.

Casanti tendría una respuesta muy clara para estas grandes dudas que planteábamos al principio: “lo más importante es el perdón, que se traduce en salud emocional, espiritual y física. Amar es perdonar y perdonar es amar”. Muchos estudios han demostrado que las personas con mayor capacidad para pedir perdón y perdonar, presentan menos síntomas de dolor y resentimiento, así como menor necesidad de tomar medicamentos.

En este artículo vamos a hablar sobre 5 estrategias para sanar las heridas del corazón con una técnica infalible que puedes aplicar también desde casa: EL PERDÓN. Parte esencial del proceso de cambio, sobre todo en aquellas heridas relacionadas con los demás.

  1. Examina la ofensa y detecta tus respuestas. Identificar y reconocer las emociones, pensamientos y conductas que nos ha provocado la ofensa recibida es esencial para saber qué ha provocado y por qué nos ha herido la ofensa. Algunas de las emociones que suelen aparecer son la ira, la rabia, la culpa o la humillación. También pueden aparecer pensamientos de catastrofismo (“nunca más vamos a estar bien”, “ya no tiene solución”), o de personalización (“lo hizo porque quería hacerme daño”, “siempre me pasa a mí”), que hacen de la ofensa y el ofensor sujetos de odio y rechazo ante el dolor que nos producen. Poner en palabras las emociones nos ayuda a empezar a procesarlas.
  2. Decide “cambiar” el corazón. Para ello, necesitamos darnos cuenta de la inseguridad que vivimos frente a aquello/aquel que nos ha producido la herida. Una vez detectada, desarrollar habilidades para poder afrontarla de manera diferente la próxima vez que ocurra. Recuperando dicha seguridad podremos proponernos firmemente querer cambiar la posición de ofensa de nuestro corazón. Este proceso será probablemente doloroso y requerirá de fuerza y voluntad para salir del bucle de “daño-dolor-venganza” en el que podemos estar inmersos.
  3. Trabaja para que el cambio ocurra. Requiere, una vez que volvemos a sentirnos seguros y protegidos por nuestras estrategias novedosas, de un proceso interior por el que queramos devolver la dignidad a quien nos ha ofendido y a la misma ofensa. Así como empatizar y compadecernos con él. Si logramos este cambio en nosotros mismos (en nuestros pensamientos y emociones) resultará más fácil abrazar el dolor de la ofensa. Lo cual nos lleva a la cuarta estrategia.
  4. Encuentra sentido al “sinsentido” de la herida. Volvemos entonces a nuestro mundo emocional (qué y cómo nos sentimos tras el proceso). Para comprobar que realmente se ha producido un cambio interior en nosotros, en el que hemos dado otro lugar en nuestro corazón a la ofensa y a quien nos ha ofendido. El sufrimiento puede ser fuente de crecimiento personal, fortaleza interior y resiliencia, que directamente van ligados a la paz interior.
  5. Ten paciencia y perdona. Víctor Frankl hablaba de “dar sentido a la propia vida” y afirmaba que aprender a sobrellevar las heridas del corazón con paciencia y actitud de perdonar es lo que permite a la persona crecer y vivir con libertad.

¡Ojo! Después de estas estrategias, podemos llegar a pensar que para sanar una herida del corazón hemos de simplemente conformarnos. Déjame aclararte, querido lector, que perdonar no es otra cosa que aceptar la realidad del daño y enmarcarlo en la propia vida, generando una nueva relación con quien te ha herido, transformando la herida del corazón en una experiencia sanada y que sana. Y recuerda, perdonar no conlleva necesariamente reconciliar, pero sí sanar.

Bernardita Gaitán Lupo

Psicóloga en prácticas

Consulta de psicología y nutrición de la UFV, CAIF

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