¿Sexo sin afecto?
La verdad es que la propia pregunta invita a la confusión. Parece que ofrece algo que en el fondo no está tan claro que sea posible… Vamos a reformularla.
¿Podemos mantener relaciones sexuales con otra persona y que no nos genere ningún afecto? ¿Podemos mantener relaciones sexuales con otra persona y no expresar nada de nosotros mismos?
Cuando empiezas una sesión de psicoterapia, tus cinco sentidos se activan. Tu mirada de “psicólogo” intenta no dejar escapar un gesto de la persona que ha acudido a sesión. Observas la expresión de sus ojos, su mirada, sus movimientos, su tono, su ritmo… Porque su expresión no verbal te ayuda a entenderle mejor.
Y es que está demostrado que el lenguaje no verbal tiene más del 80% del peso del mensaje. Es decir, el cuerpo habla de la persona más nítidamente que sus propias palabras. Si tienes que elegir entre creer en las palabras o creer en los gestos, confiamos en la corporalidad. Cada gesto refleja algo del interior de la persona. Manda un mensaje que, si se sabe leer, está expresando algún afecto interno. Y además este lenguaje no verbal sucede sin que la persona sea consciente de ello. Aunque se intentarán controlar al máximo los gestos, este mismo intento reflejaría ya en sí mismo algo de esa persona.
Por lo tanto, si la Teoría de la Comunicación ya ha demostrado que esto es así… ¿Será entonces que corporalidad e intimidad no se pueden separar? ¿Será entonces que mi cuerpo en una relación sexual siempre expresa algo de mi mismo?
Quizá sea el foco de atención lo que en realidad podemos manejar. Elegir no fijarnos en por qué ha surgido esa necesidad, o en cómo me está afectando esa relación, o qué es lo que estoy buscando en ella. Intentar vivirla en automático, a lo mejor pensando que pueda ser una manera de escapar de nuestra propia intimidad. ¿Es a esto a lo que se llama libertad sexual?
Quizá, y sólo quizá, la sexualidad esté cargada de afectos. Desde los más íntimos, hasta los más instintivos. ¿Estamos acaso llamados a vivirla poniendo en juego lo más íntimo que tenemos, a nosotros mismos?
Clara de Cendra Núñez-Iglesias