Ansiedad. ¿Amiga o enemiga?
Ansiedad: ¿Amiga o enemiga?
¿Qué pasaría si viéramos la ansiedad como una señal de alerta sobre algo nuestro? ¿Si la viéramos como un estado afectivo que nos ayuda a entender hacia dónde necesitamos encaminar nuestro trabajo de forja personal?
Más allá de las famosas y tan necesarias técnicas de regulación emocional -que nos enseñan a “meter” la ansiedad dentro de la ventana de tolerancia-, quizá nos ayude preguntarnos si la ansiedad pudiera estar mandándonos un mensaje de alerta sobre nosotros mismos y nuestra manera de estar en el mundo. Por ahora, tres posibilidad observadas desde la práctica clínica en consulta, cuando la ansiedad es la emoción que acompaña cotidianamente a la persona:
1.- A veces ese nudo en el pecho nos obliga a pararnos y darnos cuenta de que el ritmo de vida, la cantidad de cosas que hacemos, nuestra exigencia para llegar a tantas cosas, resulta ser “abrumadora” para nosotros mismos. Origen: un ritmo de vida no adaptado a nuestra forma de ser.
2.- Otras veces, la ansiedad de “dolor de estómago” nos habla de cómo nuestra estructura psicológica está configurada de tal manera que ha aprendido a “bloquear” cualquier emoción espontánea que nos surja (o alguna en concreto). Aprendiendo a buscar la seguridad a través del control. Origen: una estructura psicológica anuladora del ser personal.
3.- También nos encontramos con una ansiedad que nace de la sensación personal de ser alguien frágil, pequeño, necesitado del otro para sentir seguridad. Origen: etapa evolutiva “enganchada” en edades más dependientes, de infancia.
Una misma sensación de ansiedad. Tres orígenes muy diferentes. Y lo que es más importante: tres caminos de trabajo personal e integración afectiva totalmente distintos.
Serenar la ansiedad es absolutamente necesario; entender qué mensaje nos manda sobre nosotros mismos, es liberador y esperanzador.
¿Luchas contra tus emociones o luchas para gobernarlas? Recuerda, tú eres mucho más que tus emociones.
Clara de Cendra Núñez-Iglesias